Perdidos
Sin rumbo, pérdida. Llegaron nuevamente, esos días donde no encuentro la brújula y empiezo a caminar en circulo, sin sentido alguno. Me transpiran las manos y el aire se me corta. Miro al techo e imagino las estrellas nocturnas que de noche me vigilan. Me refugio de madrugada en videos de auto ayuda, melodías tristes y películas motivacionales. Y nada funciona. Brotan por borbotones las lagrimas y se me hace imposible explotar en un grito de desahogo. Quiero tirar la toalla y desprenderme de todo lo que me asfixia. Una vez más, otra noche más donde mi mente me juega una mala pasada y caigo en ese pozo negro lleno de desesperanza.
Son esas noches donde se te junta todo. Donde pensas en tus circulo mas intimo, y en ese circulo más lejano. Tus papás aparecen retándote como cuando eras chiquito; en tus líos de la infancia, en esos traumas no resueltos. En esa pérdida familiar que todavía duele, porque desaparición física de una persona te desespera, y te cuesta encontrarle sentido. En esa compañía que tenías a diario, y hoy es sólo un recuerdo. En esas ganas de gritarle que extrañas todo, que necesitas de esas charlas, de esos chistes, de su risa y eso que generaba en vos. Porque te sentís en el abandono, porque no ves motivo para estar lejos de ese ser... y sin embargo lo están, cada uno por su lado.
Y aparecen los conflictos sociales, ese mandato impuesto desde los primeros pasos que damos, donde al parecer todo tiene un periodo; un horario, una edad destacada para comenzar y terminar las cosas. Nada mas errado que eso. Esa presión que nos ponemos, esa exigencia y sobrecarga nos aplasta todo tipo de ganas, deseo, motivación. Esa presión social que no nos deja levantar cabeza; la necesidad del bienestar por el lado económico, la necesidad de ser dueños de algo, de poseer todo lo que anhelamos de madrugada, las ganas de hacer miles de planes... que quedan eso, en planes, no llevados a cabo.
La lluvia de preguntas a nosotros mismos, replanteando cada acción que hemos hecho en el último tiempo. No todos los días vamos a poder con todo, y está bien ¿Por qué deberíamos? Robots no somos. La culpabilidad por no hablar a tiempo, por sentir de más, por sentir menos. La desesperación por no poder soltar eso a lo que tanto te aferras, que ya sabes que no va más; pero ahí estás, esperando que algo cambie o vuelva todo a ser como es antes. Y nada es cómo antes. No forcemos las cosas. Lo que está terminando, se terminó. Lo que estuvo, ya estuvo. Lo que fluyó, fluyó por algo. Lo que no sucedió, no tenía que suceder. Las despedidas que se dieron, motivos hubo. Todo cliché, pero es así. Hay que aprender a aceptar. Ahí está la clave.
Pero todo es un proceso. A todo hay que transitarlo, y afrontarlo de la mejor manera posible. No volver a encerrarnos en ese circulo vicioso donde la escapatoria pareciera ser simplemente bajar los brazos y ahogarse en un vaso de agua. Logremos decodificar entre los sentimientos que nos permiten crecer y los que nos hacen estar atados en esa negación constante. Siempre va a depender de nosotros y de la fuerza de voluntad que poseemos, no nos privemos la posibilidad de de trascender en esta vida. No hay hermosas resurrecciones si antes no nos hundimos en la fealdad del desconsuelo. Ya dicen por ahí, que la muerte está tan segura de su victoria que te da una vida de ventaja... y sí, es tan simple como eso. Aprovechar al máximo cada día que se nos presenta, absorber lo bueno y exprimir lo malo. Crecer y construir una mente mas segura, es el comienzo del cambio personal.
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