Duelo

 


Todos tuvimos ese "ojalá" en nuestras vidas. Alguien que tocó la puerta y se fue antes de entrar. Ese resto de perfume que guardamos para una ocasión especial y nunca terminamos de usar. Alguien que cuelga de nuestros recuerdos, y que de vez en cuando, se derrama algún "y si..."Pero no, no es, no fue, ni será. Que cliché es el término "soltar" ¿no? pero que necesario es a veces entender, que si no soltamos ciertas cosas, no vamos a lograr avanzar. En lo personal, soy una persona que le cuesta mucho los cambios, demasiado. Se siente cómoda en su zona de confort y se acostumbra a esa monotonía que la vida le va brindando día a día... y es horrible. Porque llega el momento, en que, ese algo ya no está, y extrañas, extrañas mucho. Ya no sabes si extrañas los momentos, esa persona, lo que vos eras con esa persona, cómo te sentías con esa presencia al lado o qué, simplemente extrañas. 

¿Habrá algo más doloroso que atravesar un duelo? Saber que no vas a poder tocar a esa persona, que no las vas a poder escuchar reír, que ya no hay abrazos y caricias. Que no hay voces que calmen tus días de enojo, que no hay conversaciones de madrugada, que no hay comentarios tiernos planeando momentos juntos. Ahora te hayas vos y tu mente solitaria. Vos y tu corazón abrazado por una rueda de alambres de púa. Te convertís en un mar de lagrimas y un grito ahogado; o no, y optas por golpear lo primero que tenes en frente. Rompes con todo lo que se te atraviesa y formas una nueva amistad con el enojo.

Esos primeros días, donde se dijeron "adiós", donde parece todo haber terminado, y es sólo el comienzo de una cruel agonía. Porque cada ser tiene un tiempo diferente, y cada cuerpo lo transita de la manera en que quiere y puede; están quienes prefieren sonreír sin importar lo que haya pasado, mostrar su mejor cara y ocultar todo tipo de flaqueza. Tapando el dolor con días de risas, amigos, fiestas y momentos donde la felicidad es momentánea. Los que dan vuelta la página rápido porque se sienten más a gusto así. Luego esta el grupo de los desamparados; de quienes exprimen hasta su última lagrima, los que se duermen llorando dedicando miles de melodías tristes. Los que no pueden controlar el nudo en la garganta cuando ven al otro sonreír, cuando ven al otro en su cotidianidad como si nada, sintiéndose totalmente indiferentes con esa persona. Los que celan mentalmente, los que se preguntan si ese posteo en las redes fueron para ellos, o para alguien más. Los que se preguntan si ya se refugiaron en otros brazos, los que se preguntan si aún los piensan... los masoquistas les digo yo. 

Debemos de admitir que dentro de ese masoquismo, la negación aparece siempre. Nos negamos a aceptar la falta del otro ser, no nos conviene. Preferimos que no desee nunca más a nadie, a que fije sus ojos en alguien más, así de crueles nos volvemos. Y es que el duelo nos vuelve ciegos y nos posee de tal forma que se nos hace imposible a veces de pensar con claridad; y en esa oscuridad es que nos lastimamos a nosotros mismos. No hay un grupo que lo haga de mejor o peor manera; considero que cada cual trata a su duelo de la forma en que le sale, y tarde o temprano termina aprendiendo en cada acto que comete. Todo en esta vida son elecciones, en lo que a mi respecta, deberíamos partir siendo grandes sabios y para eso, hay que equivocarse y mejorar, que toda experiencia se convierta en enseñanza. 

¿Por qué sobre preocuparnos por el recuerdo? Constantemente peleamos con nosotros mismos en el afán de querer olvidarnos de esa persona. La que no nos amó como queríamos, la que no se animó a sentir, la que nos engañó, la que prefirió quedarse solo en amistad, la que nos mintió, la que nunca tuvo en claro lo que quería, la que ilusionó etc. Desde el momento uno que esa persona se va, automáticamente se convierte en nuestro pasado. Nada más hay por hacer. Nuestro crecimiento personal, se debe a eso; a que nos va a costar personas, relaciones, amistades, apegos y desapegos. No conocemos el mañana, y desesperadamente queremos borrar ciertos recuerdos, porque creemos que el recordar nos duele, y no. Lo que te duele es no sentirte como te sentías cuando esa persona estaba, te duele no sonreír atreves de una pantalla por ese mensaje inesperado que a veces te llegaba, te duele esta soledad que tenes. Sucede que antes también la tenías, sólo que la presencia de ese ser que te generó tanto te hizo olvidar de vos, y de los momentos a solas que pasabas con tu sombra... eso pasó. 

El tiempo está tan infravalorado, demasiado. Hacemos caso omiso cuando alguien nos aconseja "El tiempo lo cura todo" "Todo es cuestión de tiempo" pero de verdad es así. Porque al comienzo de la travesía, como lo es el duelo, todo nos va a doler; y vamos a esquivar lugares, personas, canciones, y nos vamos a encerrar en ese mundo frío y oscuro que creemos que solo nosotros entendemos. Pero llegará el día en que vamos a notar que pasó un día completo y no pensamos nunca en eso, no hubo lagrimas, no hubo charlas con amigos ni nada, como si simplemente nunca hubiera existido. Pero en realidad si, desde ya que existió; sucede que tanto la mente, el alma y el corazón tienen procesos diferentes, y cada una de esas partes se va desprendiendo del dolor a medida que van sanando, solo que no había que presionar. 

Entonces, sólo nos queda entender que el duelo hay que atravesarlo. De la manera en que nos salga, como sea, pataleando, llorando, mordiendo una almohada, saltando arriba de la cama, ahogándote de risa con tus amistades... como sea, pero atravesarlo. Porque un duelo mal atravesado, es una persona insana. Un alma rota, perdida, que no encuentra paz en ninguna parte; una conciencia inquieta que genera un hábito dependiente con el insomnio y se casa mentalmente con un recuerdo ya oxidado. ¿Cómo se puede encontrar tranquilidad, en esos días sombríos donde nos aferramos a una ausencia? Es imposible. Por eso me gusta pensar que aunque no esté conmigo esa persona, al menos vamos a compartir la misma primavera. Vamos a calentarnos con el mismo sol, vamos a escuchar la misma canción de moda y vamos a compartir el mismo suelo. Me gustaría creer que un día al recordarme de tu boca se te escape una sonrisa, y puede que suene a conformidad; pero no me perdonaría ser egoísta con alguien que me permitió entrar en su vida, y que ahora, en la lejanía, mi tristeza solo me muestra un futuro con mi ausencia en su vida... prefiero transitar el presente, mirar las estrellas, y sonreír al saber que nuestros ojos son iluminados por cada una de ellas. 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Empatía

Circulo Vicioso

Ahogada