Complejos
¿Y cómo no vas a tener miedo? Si siempre que quisiste dar el primer paso te pisotearon todas las ilusiones. Si ante el primer error que cometes, te lo remarcan como si hubieras cometido el peor de los delitos; con mirada incriminatoria y una luz brillante sobre tus ojos formando un juicio de valor. Los culpables de la moralidad, de los que nunca se equivocaban, de los que tienen la vida resuelta, de los que saben que hacer, que elegir, que querer y demás.
¿Y cómo no vas a cargar con tantas inseguridades? Si el espejo nunca te devolvió la imagen que vos querías. Si tus consejos a los demás, no se asemeja con la guerra que tenes mentalmente. Si tus abrazos cariñosos, no te los hacías a vos mismo, no te encariñabas con tu persona, y sin embargo repartías abrazos para medio mundo. El pasado nos vuelve inseguros, inseguros ante la mirada de nuestro cuerpo, la percepción que tenemos de las cosas, la forma en como nos relacionamos y todo lo que la vida nos va poniendo en el camino.
¿Y cómo no te vas a sentir culpable? Si alguna vez te sentiste mal por haber decepcionado a mamá. Si alguna vez te dejaron con el corazón astillado; sin explicaciones, así, sin más. Si una tarde de lluvia te dejaron con miles de cosas por decir porque se dieron cuenta de tu falta de amor propio; porque claro, nadie quiere lidiar con alguien que se quiere poco. Si una madrugada te miraron a los ojos y te gritaron tus verdades para que te des cuenta cuan equivocada estabas con el planteo estúpido que estabas haciendo. Si una vez te contaron un secreto, y en plena discusión usaste eso a tu favor, haciendo que el otro te mirara desconfiando de la persona que tenía en frente. La culpa te carcome, porque no sos eso, no. La culpa te hierve la sangre porque no quisiste decir eso, no quisiste dañar... pero hay ciertas acciones que son irreparables (o ciertas personas que no saben perdonar) da igual. El daño está hecho, y nada se puede hacer.
¿Y cómo no te va a costar confiar? Si cada vez que intentas hablar de vos, siempre alguien te interrumpía y cambiaba el rumbo de la conversación, restándole importancia a tu dialogo. Si cada vez que te abrías con una persona, del otro lado sólo recibías consejos sencillos, sacados de sobre de azúcar, que cruel es eso. Si siempre existió esa mirada acusatoria que te hacía sentir una pequeña hormiga fuera de casa, como si no pertenecieras a tal lugar. Si siempre te señalaron con el dedo por tu forma de ser, como si existiera una forma de ser correcta, que absurdo. Si siempre que quisiste terminar una discusión, ya agotado siempre de lo mismo, del otro lado no dejaban de hablar, de criticar y de hacer reclamos que en tu cabeza no paraban de resonar. Y vos querías paz, tan solo eso.
¿Y cómo no te va costar hablar de lo que te pasa? Si existieron veces en que te dijeron que eso fueron excusas. Si te exigieron cosas que vos no podías dar. Si te levantaron el tono de voz por no hacer caso. Si te dejaron de lado por ser diferente. Si te mintieron para no pasar tiempo con vos, porque tan importante no sos. Hablar de vos es hablar de un mundo donde las estrellas no existen, donde no hay luminosidad divina; sabes muy bien de antemano que no te van a entender, y que es absurdo meterse en un laberinto sin salida. ¿Cómo no vas a estar llena de preguntas tu mente? Si constantemente sentís que tus pies chocan con la misma piedra, una y otra vez.
Y así nos sentimos los marginados de seguridad. Los nobles de corazón pero los carentes de amor propio. Los que daríamos todo por un poco de estabilidad emocional. Los que deseamos con mucha fuerza, mirarnos en el espejo y decir "¿Por qué no?" "¿Por qué no me va a querer?" "¿Por qué digo que estoy mal? Cuando yo no estoy mal, ellos están mal" Así nos sentimos los que tenemos la valentía por el suelo, los que nos creemos leones con garras afiladas pero no somos mas que un pollito mojado bajo la lluvia. Así nos hacen sentir las personas que excusan en opiniones falsas su "ayuda", señalar, no es ayudar. Señalar, es debilitar al otro. Señalar, es marcarle todos los errores que cometió a lo largo del camino; porque suena exagerado, pero las personas que conviven con la culpabilidad latente, sufren el doble. Se sienten culpable de chocar con alguien paseando por la ciudad, se sienten culpable si se pasan de la linea al colorear, se sienten culpables si la comida les sale salada. Porque eso es la culpa, un mal compañero de viaje que no te permite disfrutar del paisaje, unos anteojos empañados que nos arruina la vista. No nos marquen, no nos sofoquen con ideales que no podemos cumplir; así nos asfixian, así nos oprimen y nos marcan más de miedo. Y sacarnos el miedo, es el primer paso para deshacernos de los complejos... pero empiecen por no prejuzgar.
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