Maldita Mujer
¿Y
cómo no iba a recordarla? Si con su partida ella se había llevado una parte de mí.
Había intentado hacerme el fuerte cuando dijimos “adiós” al mismo
tiempo, pero esa misma noche soñé con ella. Quise refugiarme en mi circulo, en
mi espacio, en los de siempre… pero nuevamente aparecía en mis sueños. Me había envenenado el cuerpo
entero, y mi sangre hoy lleva marcas con sus iniciales. Maldita mujer. Los días
pasaron y noticias de ella no tenía, y los dedos quemaban por preguntarle cómo
estaba; sí estaba decepcionada de lo nuestro, si me recordaba con cariño o n siquiera quería verme. Porque nos dejamos de hablar
a mitad del camino, sin previo aviso; la luna apenas se había hecho
presente y ella había plantado incertidumbres en mi mente y por miedo decidí
frenar aquello que sentía. Una vez más ella tenía ese absurdo poder sobre mí.
Maldita mujer.
Me quedó un sabor amargo desde que las estrellas fueron testigo de nuestro
destino torcido, siento que fuimos poco, o aún peor, que crees que yo te di
poco. Porque se que promesas hice, se que palabras salieron de mi boca aquellas
madrugadas, se cuán importante era para vos todo lo que estábamos
construyendo. Y por cobarde le escribí el final del cuento mucho antes de lo
debido. Tal vez creí que tu intensidad fue la que quiso opacar mis
momentos de diversión con un manto de seriedad; la que quería unir más que dos
cuerpos en una noche de calor. Y para vos, seré yo quien fui el malo de la
película con mis inseguridades de nene, con mis ganas de salir corriendo bajo el abrazo de mamá. Porque una mujer me quería bien, pero yo no supe recibir ese
amor, y, por el contrario, como en el jardín, le tironeé el pelo y salí del
arenero burlándome de ella. A veces las inseguridad arruinan buenos momentos.
Me
parece increíble que después de haber insistido tanto, después de tantas
conversaciones y risas todo se haya escapado así. Me hubiese gustado no tener un final con vos, sin embargo nuestro final fue tan frío como un témpano de hielo. Vos y yo no éramos así. Sólo nos hacía
falta un par de palabras para poder activarnos y sacar esos dos animalitos que
teníamos enjaulados. Tan tranquila que parecías y tan alocada que eras. Bella versión que llegué a conocer. Maldita mujer. Inclusive en las noches mas acaloradas, me seguías abrazando con manto de ternura. No tenes una idea como me entretenían tus
locuras, y esa extraña voz que forzabas para no reírte, decías que tenias una
risa horrible (a mi entender, era contagiosa, y reírme con vos era armonioso en
mis días grises). Y verte a los ojos, eso si que era paz. Ese carácter tan vivaz que tenías cuando algo no te gustaba, alejándote de todos, incluyéndome a mí, mientras te retaba y te exigía a que te quedaras y me contaras tus penas. Todo de vos, me hacía bien. Verte nerviosa y la manía que tenías en acomodarte el pelo todo el
tiempo, mientras me esquivabas la mirada… si yo generaba eso ¿Cómo puede ser
que haya generado todo lo que vino después?
En mis pensamientos y en mis sueños. En mis momentos en blanco y en mis palabras sueltas. Ahí estás, tan libre y genuina como te recuerdo. Me obligas a extrañarte, en cuerpo y alma, a compararte con otras, me obligas a odiarte por no saber olvidarte. Canciones que ahora tienen sentido solo porque me llevan a recuerdos nuestros, porque tienen tu cara, tu cuerpo. Me veo envuelto en tus juegos y enredos, pidiéndole al universo noticias tuyas. Me siento perdido en mi propia mente cuando el sonido de tu voz me envuelve. Prisionero de esos besos que nunca nos dimos, guardián de lágrimas que causé y esclavo de promesas que nunca cumplí. Quizá vos y yo en otra vida, en otro momento, en otro mundo, en otro entorno, en otra situación u otro destino. Amor de los mares infinitos, no me olvides, eres mi estrella en mi cielo equivocado. Dicen que todo dura siempre más de lo que debería, pero yo nunca tendré suficiente de vos, porque vos estás ahí, entre mis ganas de arriesgarme y el miedo a enamorarme.
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